De la educación humanista al mercado educativo: ¿la ruta del Liceo Franco-Costarricense?
Article publié sur Facebook par un ancien élève
1 mars 2014, 23:23
Salí del Franco en el 2011 y hoy puedo sentirme orgulloso de haber recibido una educación de excelente calidad. Puedo calificar al Franco en el que estuve como un colegio diferente, con una mentalidad mucho más abierta y revolucionaria que el resto, con una educación crítica, adonde a veces se armaban huelgas si no estábamos de acuerdo en algo, en donde las crisis administrativas y financieras, de ser el caso, las tomábamos como luchas estudiantiles, un colegio con un sinfín de actividades que fomentaban la cultura, el arte y el entretenimiento.
También era un colegio sumamente solidarista, los hijos de los y las conserjes eran becados y para el viaje a Francia en décimo año, la generación entera armaba actividades para recolectar fondos ya sea para repartir el dinero equitativamente o para dárselo todo a algún compañero que no pudiera pagar el tiquete. Ese fue mi caso. Yo no solo no tenía los recursos para ir a Francia, si no que tres días antes de irnos, cuando lo que pensaba es que todos iban a poder ir menos yo, me llamaron del colegio para decirme que me habían pagado el tiquete y que empezara a hacer maletas.
Hace cinco años, si usted entraba al Liceo Franco-Costarricense, iba a ver un colegio con murales ilustrando críticas sociales. Hace cinco años, el aula asignada a los estudiantes de duodécimo año (Terminales), la pintaba la generación antes de salir del colegio y a manera de despedida y legado, dibujaban las semblanzas de cada uno de ellos. Hace cinco años usábamos el pelo largo y de cualquier color, con dreads o sin dreads, con pantalones azul marino o negros, ya que realmente no eran cosas consideradas como influyentes para la educación.
Hoy ya no. Hoy si usted entra al Liceo Franco-Costarricense verá un colegio muy bien pintadito de blanco, azul y rojo, verá estudiantes sin dreads y sin colores, verá eso sí, un equipo tecnológico sumamente actualizado, con proyectores en todas las aulas pero eso sí ya no podrá ir a las fiestas de la Música porque como ahora el equipo de las instalaciones puede ser sinónimo de robo.
Tampoco verá a los estudiantes de décimo año haciendo actividades para recolectar fondos para el viaje a Francia ya que este año lo han decidido prohibir. Aducen que el problema es que le hace competencia a la Soda del liceo, y aducen también que no quieren hablar del tema. Una actividad solidaria, de trabajo en equipo, de crecimiento personal, de compañerismo y de vital importancia para aquellos que no tienen recursos necesarios para el viaje, no tiene como justificación la estabilidad económica de una empresa privada y de carácter lucrativa.
Ya el Franco no tiene la Fiesta de la Música, ya no tiene murales de crítica, ya no pasa documentales sobre la dictadura de Pinochet, ya no hace Ferias Verdes, ya no da becas a los hijos de los y las conserjes y ya no permite a los estudiantes recaudar fondos para el viaje a Francia. Por dicha quedan todavía generaciones contestatarias en el Franco, que no han permitido que se siga con el desmantelamiento de una educación que algún día fue diferente a la del resto.
Hoy, el Franco se me parece a un colegio privado como el resto, que está compitiendo en el mercado educativo por ganar más dinero con ese producto al que le llaman estudiantes.
Si lo que cuento es así, realmente no me gradué del Franco. El colegio del que yo salí ya no existe.
Christopher Brosse