Articles de Nacer sur les Migrants au Costa Rica

Publié le par Français du monde - adfe - Costa Rica

Paso canoas, photo prise par Nacer

Paso canoas, photo prise par Nacer

Articles parus dans la Nación

Grito de migrantes africanos en el limbo

Según Víctor Hugo, la civilización se mide por la forma en que cobijamos a los débiles

La Nación, 28 de mayo de 2016

POR Nacer Wabeau

El siguiente artículo es la continuación del testimonio “Diles que solo queremos pasar” (La Nación, 18/5/2016) . Versa sobre la crisis migratoria que afecta no solo a Costa Rica, sino a la nave planetaria que alberga a la humanidad. Ya señalé las razones del éxodo, la odisea sufrida antes de llegar a nuestro país, con la voluntad de seguir el camino, enfrentando obstáculos, cruzando Centroamérica y México, hasta el Paso del Norte, con el fin de cumplir su sueño americano.

Acusé a los responsables de la tragedia, cuyas raíces remontan a siglos de historia. ¿Quién no sabe que los africanos fueron esclavizados y colonizados? Patrice Lumumba dijo: “Vendrá el día en que la historia hablará. África escribirá su propia historia. Será una historia de gloria y dignidad”.

Algunos dirán: los africanos deberían cesar de lamentar el pasado, ya que son independientes desde los años 1960. ¿Acaso son dueños de su destino? Están gobernados por una mafia político-financiera, con la complicidad de algunas democracias occidentales.

Según la ONG Tax Justice Network, los dictadores africanos robaron más de $850.000 millones, depositados en bancos del norte. Irónicamente, con $250.000 millones se habría cancelado la deuda externa, $600.000 millones habrían financiado proyectos de desarrollo.

Inoperancia gubernamental. De manera que los migrantes son víctimas de una terrible injusticia, obligados a buscar oportunidades en el exilio. Según Víctor Hugo, la civilización se mide por la forma en que cobijamos a los débiles. Parafraseándolo: en el mundo polarizado donde vivimos, nuestra humanidad se mide por la forma como tratamos a los migrantes.

Afirmé haber “observado mucha improvisación, inconsistencia e informalidad”. Bastaría con mencionar unos ejemplos que evidencian la inoperancia gubernamental.

Es de conocimiento público que llevaron a los migrantes a Peñas Blancas, pero, debido al cierre de la frontera norte, intentaron devolverlos a Panamá. Hubiese sido prudente hallar algún acuerdo con Nicaragua antes de ese bochornoso ir y venir.

Después, se improvisó una unidad móvil para registrarlos, tras un par de semanas, les otorgan un documento, sin foto, que les autoriza libre circulación durante 30 días. Hartos del inhóspito campamento en Paso Canoas, que es un charco de lodo con la lluvia, y un horno bajo el sol, muchos corren al norte sin registrarse. Sí a la apertura de fronteras, pero con mesura.

Recibir a tantos indocumentados sin control sistemático podría poner en peligro la salud y la seguridad públicas. Hay migrantes prostituidas. Hay abandono e incongruencia gubernamentales. Si no fuese por las iglesias panameñas y costarricenses y la generosidad de la gente, los migrantes morirían de hambre.

Infierno en Paso Canoas. En lugar de acciones eficaces, algunos ministros se empeñan en maquillar la imagen pública. Llevan a médicos y ONG a los dos refugios de Buenos Aires y Río Claro, donde, en efecto, las condiciones son decentes. Pero disimulan el infierno de Paso Canoas.

Peor aún, el sufrimiento en La Cruz. Ya murieron dos personas, probablemente más. En vez de ocultar la verdad, harían mejor en informar con transparencia. ¿Cuándo van a publicar el informe de autopsia? El derecho a la información es un logro de la democracia. El hermetismo genera rumores.

Centenares de migrantes sobreviven en condiciones indignas, duermen a la intemperie, se bañan en los ríos, sembrando zozobra en las comunidades norteñas, preocupadas por la insalubridad, temen al ébola y otras enfermedades. ¿Cuántos más han de morir para alertar la opinión pública nacional e internacional? La no asistencia a personas en peligro es un delito.

Las autoridades se justifican en la escasez presupuestaria. Lo cual es verdad a medias. Costa Rica no rima con la pobreza, tiene recursos humanos, gente educada y generosa, lo cierto es que carece de una buena gobernanza. La inoperancia es tal que dificulta iniciativas benévolas.

Estudiantes y profesores de francés desean colaborar como traductores voluntarios, pero debido a la inexistencia de coordinación interinstitucional, sería irresponsable mandarlos en condiciones inciertas.

Llamado al presidente. Yo creo en la grandeza de este pequeño país, hermosa patria de nobles valores, que supo abolir la pena de muerte antes que naciones gigantes. Hoy, podemos dar un ejemplo al mundo con la forma de tratar a los “Miserables” del siglo XXI. ¿Serán los africanos menos humanos? ¿Habrá categorías según el color de la piel? ¿Los cubanos merecen un trato preferencial? José Martí piensa que fomentar el odio entre las razas es un crimen de lesa humanidad.

Quisiera interpelar al presidente de la República, Luís Guillermo Solís Rivera, de quien tengo gratos recuerdos cuando era un excelente colega universitario. No, señor presidente, la situación no está bajo control. Es preciso frenar los palos de ciego que dan sus colaboradores.

De nada sirve minimizar la oleada migratoria que apenas comienza. Urge crear una comisión ad hoc, interinstitucional, involucrando a la OIM, al Acnur y demás ONG, en aras de afrontar esta crisis. Si actuamos con generosidad y justicia, el pueblo costarricense saldrá enaltecido. Sinceramente, creemos que sí se puede.

Señor presidente, confío en su lucidez para aliviar sin demora el dolor de estas personas indefensas. Además, no piden mucho, ya que no quieren quedarse acá. Solo necesitan ayuda para seguir el camino al Paso del Norte.

¿Llegarán salvos a México? ¿Qué harán ante el muro? Solo sé que algunos mueren en el camino, muchos están dispuestos a acampar ante las narices de la migra norteamericana, recurrir a la huelga de hambre y otras formas de protesta pacífica para llamar la atención de organizaciones humanitarias.

Repiten con dignidad y resignación: “Vamos a ver si el mundo civilizado hace algo para ayudarnos o nos deja morir”. ¿Tendrán oportunidad de cumplir sus sueños? ¿O la respuesta estará en el cuento Paso del Norte de Juan Rulfo?: “Al pasar el río. Nos zumbaron las balas hasta que nos mataron a todos (…). Allá, en el Paso del Norte, mientras nos encandilaban las linternas, cuando íbamos cruzando el río”.

Diles que solo queremos pasar

La Nación, 18 de mayo de 2016

“Hicimos una promesa a la familia. Nos ayudaron a viajar. Ahora, debemos enviarles dinero”.

POR Nacer Wabeau

Recientemente, estuve en Paso Canoas para colaborar con el Ministerio de Gobernación como intérprete voluntario, en aras de ayudar a los migrantes africanos, atrapados en el limbo. Vuelvo muy dolido, con un sentimiento de impotencia y mucha rabia. No hay palabras para decir sus sufrimientos. ¿Por qué abandonaron África? ¿Cómo han llegado a Costa Rica? ¿Cuáles son sus esperanzas? ¿Cuáles serían las posibles salidas?

Muchos de ellos gastan los ahorros familiares en el viaje. Andan clandestinamente en buques, a merced de traficantes de personas. Tras semanas en la zona internacional del Atlántico, de repente les ordenan trasladarse a pequeños barcos para la etapa final con supuestos pescadores, quienes, en lugar de peces, acarrean hombres y mujeres. Los que logran conseguir la visa auténtica o, en su defecto, comprada a falsificadores, viajan en avión hasta alguna ciudad sudamericana. Luego, inician la penosa odisea hacia el Paso del Norte, llenos de una inquebrantable voluntad de cumplir el sueño americano.

Después de haber recorrido diferentes países, en bus o caminando durante semanas, durmiendo a la intemperie, sufriendo arrestos, asaltos y todo tipo de humillaciones, llegan agotados a Costa Rica.

A todas luces, el país no está preparado para recibir a tantos migrantes. Ya son más de mil los que han ingresado ilegalmente. Más grave aún, todo parece indicar que el fenómeno apenas comienza. Pocas cosas son tan democráticas como la miseria. Mientras no comprendamos las raíces del mal que afecta a la aldea global, estos “miserables” del siglo XXI, viajeros sin equipaje ni pasaporte, que ya se lanzaban al Mediterráneo, y ahora, al Atlántico, llegarán en oleadas cada vez más grandes a las puertas del mundo civilizado, suplicando: “Tenemos hambre”.

Improvisación. He observado mucha improvisación, inconsistencia e informalidad en las autoridades del Ministerio. Otorgarles un documento que autoriza “una permanencia máxima de 30 días naturales” y luego no preocuparse por dónde están ni cómo salen del país, es cuando menos alarmante e irresponsable.

Los abogados y los policías de Migración trabajan en condiciones deplorables, en una unidad móvil, bajo temperaturas sofocantes. Aunque deberían ser puntuales: nada justifica dar citas a las ocho y empezar a las nueve.

Un senegalés nos dio una lección. Lo citaron con su familia para el traslado al refugio en La Mona o al de Buenos Aires. Esperó en fila todo el día bajo el sol ardiente, al final de la tarde, había que traducirles que ya no quedaba campo.

Entonces pidió la palabra: “Dile al policía que un sabio africano nos enseña: 'La promesa es una deuda'. Usted nos prometió refugio para hoy, y no cumple. Se lo perdono. Pero si mañana no paga su deuda, será entre su conciencia y Dios”. Tuvo que dormir otra noche a la intemperie, pues los toldos de la Cruz Roja estaban repletos. En el desordenado campamento de Paso Canoas, las condiciones son indignas.

No obstante, empapados en sudor, los funcionarios se empeñan en atender como pueden a los que se llama oficialmente “extracontinentales”. En cuatro días vi ocho paquistaníes y afganos, dos iraquíes, varios brasileños y haitianos que se hacen pasar por africanos, y centenares provenientes de unos diez países de África.

Hay quienes nunca habían oído hablar de nuestro país. Pero inmediatamente mandan mensajes para tranquilizar a sus familiares: “Ya estamos en un país llamado Costa Rica, no tiene ejército, es pacífico y respeta los derechos humanos”. Escuché repetidas veces: “Sabemos que este país no puede recibirnos, pero estamos agradecidos con el pueblo costarricense, diles que solo queremos pasar”.

Esperanzados. ¿Por qué se exilian? Un estudiante congoleño aclara: “En África, si trabajas o no, es igual, no tienes nada. En Brasil trabajé en la agricultura desde el amanecer hasta el anochecer por 200 dólares al mes. En Estados Unidos, te pagan por lo menos 2.000 dólares. Hicimos una promesa a la familia. Nos ayudaron a viajar. Ahora, debemos enviarles dinero para comer”.

Una madre de Níger indica: “En América, mi hijo puede llegar a ser un gran hombre como Obama. En cambio, en África, usted entiende, mon frèr e (mi hermano)”.

Es admirable la valentía de estos jóvenes. No es fácil cruzar el Atlántico clandestinamente, viajar por países desconocidos enfrentando la barrera idiomática y otros obstáculos, en busca de una vida mejor. Es preciso revisar las Convenciones de Ginebra relativas al asilo. Se admite como refugiados a las víctimas de guerra y de violencia política; en cambio, quienes huyen del hambre son rechazados por ser inmigrantes económicos.

Abandonar un país que no garantiza condiciones para una vida digna ha de ser un derecho fundamental de toda persona. Por eso, queman sus pasaportes para evitar la deportación. Es impresionante su voluntad de vivir. Lejos de ser invasores, son mártires de un mundo injusto, polarizado.

Responsables. Yo acuso a los dictadores africanos que han creado condiciones humanamente insoportables, y a sus cómplices de las democracias occidentales, quienes después de siglos de colonización, continúan saqueando las riquezas africanas a través de multinacionales, apoyando descaradamente a regímenes poscoloniales, caracterizados por la corrupción y la violación sistemática de los derechos humanos.

Yo denuncio a los traficantes de personas, quienes aprovechan la miseria y la inexistencia del sueño africano, lucrando con gente desesperada.

Cerrar las fronteras no es la solución, favorece a los coyotes, quienes suben las tarifas para atravesar furtivamente el territorio nicaragüense. Tal decisión resulta execrable, sobre todo, tratándose de un país cuyos humildes ciudadanos también se ven obligados a exiliarse. Decían: “Sabemos que Nicaragua es pobre, diles que solo queremos pasar”.

Yo denuncio a los que levantan muros, en vez de construir puentes de unión entre los pueblos. Urge invertir en obras útiles para contribuir al desarrollo del sur, y crear un mundo equilibrado, solidario, donde no precise exiliarse para disfrutar de una vida digna.

Nace Wabeau

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