Del otro lado del mar

Publié le par Français du monde - adfe - Costa Rica

La familia de Marlén Abarca Petitjean

La vida nos ofrece oportunidades, muchas veces inesperadas. Estar en el momento indicado, estar atentos a estas, puede cambiar el rumbo de nuestras vidas. Atrévete a soñar, en cualquier momento tus sueños se realizarán, las oportunidades se presentarán.

Finales años 40, comienzos de los años 50, dos personas en distintos continentes, con escasos estudios, sin recursos económicos, desconocimiento casi total del resto del mundo, emprenden una aventura que los llevaría a unir sus vidas y emprender la mayor hazaña de su existencia.

 

Miguel Abarca (mi padre), dio sus primeros llantos de vida, el 12 de octubre de 1929.

En el pequo caserío de Cedros de Montes de Oca, los Abarca apenas tenían para el diario. El poco dinero ganado no era lo suficiente para los gastos de la familia, todos debían trabajar. Al pequo Miguel le toco asumir la responsabilidad a sus escasos 8 años. Miguel comenrecogiendo las ramas y la maleza cortadas, al poco tiempo pudo agarrar el machete, y se desempaba en diferentes labores un poco más pesadas, arrancando las plantas viejas y sustituyéndola por nuevas. Después de haber trabajado en el cafetal, su patrón, el sr. Koberg le pidió que fuera a trabajar a su casa, como jardinero, a sus 13 años, no se imaginaba cuantas cosas estarían por venir. A partir de los 17 años, le ensenó a conducir. Un día un señor bien vestido, de mediana edad, alto, con un acento diferente se detuvo a hablar. Se presentó André Joubert, embajador de Francia, le propuso que se fuera a trabajar con él. En las recepciones Miguel era el asistente del salonero.

Partió con sus patrones a San Salvador. Era el jefe del personal, minucioso con los detalles, estricto, supervisaba todo. Casi dos años transcurrieron, los señores Joubert, se preparaban para disfrutar de unas vacaciones en Francia, y pidieron a Miguel que los acompañara.

Después de un mes de travesía llegaron al puerto de Le Havre, abordaron un taxi hacia la estación de tren, para dirigirse al centro de Paris, donde los Joubert poseían un apartamento en el Champ de Mars. Para los Joubert la comida preparada por la cocinera salvadora no era totalmente de su agrado, por lo que buscaron una cocinera que viajara con ellos a San Salvador.

En el pequeño pueblo Champ Secret de Normana, nació Marie-Thérèse (mi madre) un 4 de setiembre de 1926, la 2da de cuatro, Raymond, ella, Madeleine y Bernard, hija de Paul Petitjean, carpintero de oficio y Marie des Anges Guerrier, ama de casa.

Llegó el momento de asistir a la escuela, recorría 8 km ida y 8 de vuelta, tardaba unas 2 horas en realizarlo, con una jornada de 8 a.m., a 4 p.m. El trayecto no se hacía tan pesado, jugueteando con sus hermanos y primos, corretear por los campos, darle un mordisco a una manzana y tirarla, había tantas, que no importaba, peras, ciruelas, se daba gusto con estos jugosos frutos, cortar flores silvestres para llevarle a la maestra.

En invierno deslizarse en la nieve, los sentonazos no hacían que desistiera, lo incomodo era la ropa mojada, pero sabía que, al llegar a la escuela, la maestra la esperaba para ofrecerle un calentador a carn, para darle calor a su cuerpo y secar sus botas, formar muñecos de nieve, tirarse pelotas de nieve unos a otros, a pesar de divertirse tanto nunca llego tarde ni falto a clases, ni aun en época de tormentas severas.

La mamá, Marie des Anges, pasó varios años enferma de tuberculosis, entraba y salía del hospital, poco a poco se extinguía su vida. Para Marie Trèse, fue muy doloroso la pérdida de su madre, con solo 8 años, la familia se desintegró. Ella permaneció con su padre; sus hermanos y hermana se fueron donde una tía o con su madrina.

Se reua con sus hermanos y primos camino a la escuela, tenían tiempo suficiente para compartir, las travesuras no faltaban, subirse a los árboles, romper los huevos de los nidos era una de las preferidas, soltar el polluelo y dejarlo caer, si el pajarito ya sabía volar, se salvaba.

Estando en clases a los 12 años Marie-Thérèse presentó una hemorragia nasal. El doctor sugirió hospitalizarla, ya que requería cuidados y su padre trabajaba fuera de casa, no se los poa brindar. Al dejar el hospital, la internaron en el convento para niñas.

En el convento había escuela, se terminaron las largas caminatas; lo que extrañaba era compartir con sus hermanos y primos camino a la escuela. Pronto se habituó a su nuevo ambiente. Las monjas eran muy estrictas; escuchar la radio, solo para oír noticias, pero cuando la encontraban escuchando música, recibía su castigo, de bailar hasta en los pensamientos estaba prohibido, muchas cosas eran pecado.

El a más triste, la 2da guerra mundial, alemanes por todos lados, desfilando por el pueblo, demostrando su poderío militar, restricción con los alimentos, toque de queda, letreros de no pasar, el miedo invaa el ambiente, las noticias de los bombardeos en diferentes ciudades europeas, guerra cruel, sangrienta, destrucción y sobre todo muerte, pasaban losas, las semanas, los meses y los años la guerra no acababa.

La guerra recrudecía, el cielo soleado se tía de gris por la cantidad de aviones volando, sobrevolaban bajito la región, el sonido era ensordecedor.

En una ocasión, fueron sorprendidas por un escuadrón de aviones nazis, volaban bajito, algunas se desmayaron, otras se tiraron al suelo, el susto fue inmenso, minutos interminables. El trauma fue tal que cada vez que salían si se escuchaba un avión, se tiraban al suelo, agachaditas para no ser vistas, cuando el sonido del avión ya no se escuchaba, lentamente alzaban la cabeza con miedo, mirando para todo lado, al estar seguras que no había peligro, retomaban su camino.

Al terminar la primaria, se quedó 6 años más en el convento, recibía clases de tejido, bordado, cocina, costura y tantas otras manualidades, las monjas supervisaban las labores, debía quedar perfecto.

A los 18 años dejó el convento, se fue a vivir de nuevo con su padre, que se había vuelto a casar, con Augustine en ese entonces, tenía 2 hijos, Emil, Henri y Paulette quien vendría tiempo después.

La 2da. guerra mundial llegó a su fin. La fiesta en el pueblo era en grande, en parques, calles, nadie se quedó dentro la casa, la música sonaba por todos lados, el baile no faltaba, gritos de alegría, brindis por aquí por allá, hasta los más pequos tenían permiso para trasnochar, la celebración se prolongó por variosas.

El primer trabajo de Marie-Thérèse fue en casa y oficina del abogado del pueblo, se dedicaba a las labores dosticas, la esposa de este, una mujer incomoda, la supervisaba constantemente, nunca quedaba conforme, una vez le dijo que ella no hacía nada, Marie-Thérèse no respondió, cansada del asedio y majadería de esta, simplemente dejó el trabajo.

A la carnicería Marie-Thérèse, se enteró que los srs. Boussot requerían una joven para realizar las labores del hogar. Inmediatamente se dirigió a la casa de los srs. Boussot, por dos años atendió a esta pareja, quienes vivían solos, hasta que su amiga Solange le informó de un trabajo como niñera en Paris.

Salió con su pequa maleta, al fin iba a conocer Paris. En la estación del tren en Paris, la esperaba Solange, de camino compartieron una amena conversación, la ciudad la impresionó, autos circulando, personas en un ir y venir, comercios, edificios y tantas otras cosas que ni se imaginaba, nada parecido a su tranquilo pueblo, al fin llegaron a la dirección indicada, debía trabajar con una pareja los srs. Maurel y cuidar una niña de 6 meses.

Un día, el teléfono sonó, era mr.Joubert, para un trabajo en América. Marie-Thérèse estaba decidida, viajar, volar, tenía tanto tiempo deseando realizarlo, ahora casi era una realidad.

En su familia ni pensaba, con su padre la relación no era muy afectiva, muchos años pasaron separados, en sus hermanos si pensaba, pero cada uno tenía  la vida hecha, su hermana Madeleine ya estaba casada, tenía a su pequeña hija Monique, sus hermanos Raymond y Bernard, tenía tiempo de no verlos, se habían alistados como soldados, se encontraban peleando en Indochina, estos le escribían contándoles sus aventuras, Marie-Thérèse estaba cautivada con sus historias, soñaba con viajar.

Llegó a la dirección indicada, se encontró frente a un edificio de apartamentos, tocó el timbre; un joven triguo, ojos cas, estatura mediana, cabello negro, rizado corto, veinteañero, Miguel le abrió la puerta, (primer flechazo). La dirigió al salón donde se encontraban los señores Joubert.

Le dieron toda la información requerida, mientras compartieron un ca, debía realizar la labor de cocinera. No era experta en la cocina, preparaba comidas caseras para sus patrones, no tenía conocimiento de alta cocina, ni en la preparación de grandes cantidades, mucho menos en banquetes,  la sra. Joubert le dijo que ella le ensenaría, la guiaría en lo necesario; Marie-Thérèse estuvo de acuerdo, no pregunto nada, no le interesaban mucho los detalles, solo quería viajar; firmó un contrato por dos años, no sabía qera eso, un contrato, jamás había oído hablar de él, no lo leyó, estaba de acuerdo con lo que le habían informado.

Pronto tuvo su pasaporte en sus manos, los tramites se realizaron rápido, porque en unas semanas debía tomar el avión, en el fondo no sabía exactamente donde iría. Para ella América era un solo país, del resto de países que lo conformaban, no tenía conocimiento, pero su espíritu aventurero era más fuerte, no había nada que la detuviera, estaba decidida a afrontar lo que viniera.

Sus patrones volaron dos as antes. Monsieur Joubert daba una conferencia en México, Miguel partió con ellos, pero directo a San Salvador, Marie-Thérèse partió sola hacia México. Su amiga Solange fue a despedirla al aeropuerto. Esta no paraba de llorar, Marie-Thérèse le decía no llores, no ves estoy feliz, feliz no la era la palabra, la emoción era inexplicable.

Al estar frente al avión, sus ojos no paraban de mirar, de asombro, no se imaginaba lo grande que era, una cosa era verlo en el aire y otra estar enfrente, el embajador dejo todos los tramites a la aerolínea AIR FRANCE, fue guiada en todo, no le importaba nada, lo único que quería era viajar, volar y volar. Los motores se encendieron, su rostro mirando por la ventana, no quería perderse nada, el avión se dirigía a México con escala en NY, pero una tormenta otoñal de setiembre del año de 1952, lo desvió a Islandia, la noche estaba en calma, el cielo despejado, fue cuando sus ojos se maravillaron, la aurora boreal, le dio la bienvenida, había oído hablar de ella, pero jamás se imaginó, que fuera tan bella; lo que había escuchado no se asemejaba a lo que estaba viendo, no tenía palabras para describirlo, estaba cautivada por la danza de colores, que se movían al compás del fuerte viento de la temporada. ¡que hermoso regalo!

En México su patrón la esperaba para llevarla al hotel.

A losas todos partieron a San Salvador, en el aeropuerto los esperaba Miguel.

A pesar de no tener preparación culinaria, las instrucciones dadas por la sra. Madeleine, le sirvieron mucho, Marie-Thérèse recibía elogios de los comensales, en una ocasión el presidente de San Salvador, llego a la cocina para felicitarla, se desenvolvía con eficiencia en la elaboración de banquetes para las recepciones.

La relación entre Miguel y Marie Thérèse, pronto paso a ser más que amistad. Cupido los flechó, las consecuencias no tardaron en manifestarse, Maríe Thérèse estaba embarazada, ambos hablaron con los señores Joubert, explicándoles la situación. La reacción de ambos fue enviar de regreso a Marie-Thérèse, Miguel se opuso, se responsabilizaba por completo; el 6 junio de 1953 se casaron.

El embarazo no fue impedimento Marie-Thérèse continuaba laborando, sus ratos libres los dedicaba a elaborar prendas de vestir para su hijo o hija, todo finamente confeccionado a mano, con hermosos bordados, escarpines, suéteres tejidos, los domingos salía con Miguel de compras, el moisés, el coche, con toda ilusión para su futuro bebe.

El 21 de setiembre de 1953, Michel vino al mundo, ojos azules, un pequo mechón de cabello rubio crespo, sobresalía en su cabeza,  unosas de reposo y a continuar con las labores. El pequo Michel permanecía al lado de su mama, en su moisés en un rinconcito de la cocina, por las mañanas recibía sol en el jarn, acompañado de sus inseparables guardianes, dos perras y una gatita.

El sr. Joubert estaba por finalizar su periodo en San Salvador, debía trasladarse a Haití; informó a Miguel y Marie-Thérèse de la situación y si querían acompañarlo.

Miguel y Marie-Thérèse conversaron los pros y los contras de la oferta, el no deseaba ir, a pesar sentirse tan bien con su trabajo, prefería regresar a Costa Rica, ya tenía una familia, cuatro años habían pasado, volver a ver a su madre, a su familia, Marie-Thérèse estaba dispuesta a irse a Haití, pero ahora eran un matrimonio, debían continuar juntos.

Emprendieron juntos el vuelo de regreso hacia Costa Rica, Michel se encontraba indispuesto, fiebre, llanto, su bracito inflamado evidenciaban los efectos de la vacuna, la incomodidad de los otros pasajeros era evidente, el llanto imparable era insoportable, no había nada que lo calmara, así transcurrieron las horas de vuelo.

Se instalaron en una de las 2 habitaciones de la casa de Zoila, en la pequa habitación era prácticamente imposible desplazarle, apenas si había espacio para la cama, la cuna quedo apretujada.

Tantos años de oír de Zoila, al fin la conoció, se había hecho otra imagen, pequeña como de 1.50 mt. de estatura, cabello rizado, negro, largo recogido, se lo retorcía en forma de moño en la parte trasera, ojos cas, completamente diferente a lo que se había imaginado, Miguel tenía facciones parecidas.

Toda la familia se reunió ese a, tantos años separados, sabían que Miguel se había casado con una francesa y tenía un hijo. Marie-Thérèse, cabello rubio, ondulado, delgada, de 1.57 mt. de altura, ojos azules, muy bien vestida, dejó impresionado a todos, además estaba el pequeño Michel.

Al disfrutar la olla de carne, saboreó el delicioso caldo, probó el arroz achotado, conoció chayotes, tiquizque, camotes y otras verduras. El plátano verde no disfrutó mucho su sabor, pensó ¡cómo pueden comer algo tan duro!, mientras los veía disfrutarlos.

La francesa causó sensación en el pequeño caserío de Cedros de Montes Oca, rápidamente la noticia de la llegada de la extranjera se expandió por todos lados, los vecinos no paraban de visitar la casa, era el centro de atracción, en la calle, era detenida por alguno para hacerle preguntas, o solo para oírla hablar, ella trataba de entablar conversación, pero el idioma no permitía la misma.

Fue el comentario de todos los habitantes, aquella joven intrépida, causaba sensación por muchas cosas entre ellas por su forma de vestir, usaba pantalones, algo totalmente prohibido para las mujeres en este país, no muy bien visto en aquella época, cada vez que salía a la calle, los ojos no paraban de mirarla, era el centro de atención, para algunos era algo novedoso para otros era algo repudiado.

Miguel y Marie-Thérèse consiguieron trabajo en la embajada de México, el cómo chofer y ella como costurera. Traían un poco de dinero ahorrado, con el dieron la prima para la compra de un lote, a unos 100 mts. de donde habitaba su mama, el resto se fue pagando en mensualidades, con el resto y con el trabajo de ambos, parte de su salario lo emplearon en la construcción de su casa, Miguel en sus ratos libres, con la ayuda de sus hermanos poco a poco fueron dándole forma. La casa de madera tenía hendijas, para amortiguar el frio y darle un mejor acabado, Miguel iba al almacén Arango, rescataba las cajas de cartón donde venían las refrigeradoras y las cocinas para forrar las paredes, los colores alegres de la pintura no solo eran para embellecer, sino para cubrir toda la publicidad, “White Westinghouse”, cocina 110 voltios, refrigeradora 11 pies, made in USA.

Marie-Thérèse se encargó de arreglar la casa. Con los sacos de manta, en los que se empacaban la harina para comercializarla, confeccionó las sabanas. Se hervían varios para ablandarlos, blanquearlos y eliminar toda la información de su contenido. Sobrecamas y cortinas bellamente bordadas, mantenían la humilde casa impecablemente limpia, los pisos de madera, encerados brillaban, espejos por los que se podían caminar, decorada con cuadros bordados.

Pronto la noticia que había una francesa que realizaba bellas costuras, prendas muy confeccionadas, se expandió. Entre sus clientas tuvo diplomáticos, primeras damas de la República. Los que más aprovechaban su creatividad eran sus hijos, siempre impecablemente vestidos que no pasaban inadvertidos.

 

Se esmeraban en mantener el gran jardín, con zacate recortado, flores, árboles frutales, una hortaliza donde se cultivaban lechugas, puerros, y tantos otros vegetales que hacían el deleite de los comensales, además de plantas de bananos, cada vez que Marie-Thérèse disfrutaba de esta fruta, se recordaba de las veces que salió de la pulpería con la boca hecha agua, sin poder comerse uno, sin imaginar que ahora los cultivaba y poa darse gusto con cuantos quisiera, abundaban.

De igual manera disfrutaba y saboreaba el agradable aroma del café recién chorreado, además vivía rodeada de cafetales.

La familia fue creciendo con la llegada de sus otros hijos, Marlene, Juan Claudio y Francisco, permanecen en el mismo barrio. Miguel falleció el 14 de enero de 1988, Marie-Thérèse contin disfrutando cada a, con el gusto de tener una vida llena de satisfacciones.

Tomó clases de computación en la UCR. Ganó un premio en 2018, a la edad de 92 años por su desempeño en los cursos.

Su luz se apagó el ……….

Deja : --- nietos, de los cuales … viven en Francia, y …bisnietos.

 

Marlène Abarca, hija de Miguel Abarca y Marie-Thérèse Petitjean

Del otro lado del mar
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